ARDE!!!
1968, en el mundo crecen las protestas contra la guerra de Vietnam, se produce la matanza y el ocultamiento de la muerte de estudiantes en Tlatelolco, México, muere el Che Guevara en Bolivia, accionan los movimientos de Sacerdotes por el Tercer Mundo, el Mayo Francés enarbola consignas como “La imaginación al poder”, “Prohibido prohibir” o “Sean realistas, pidan lo imposible”, y también otras como “Nuestra esperanza sólo puede venir de los sin esperanza” y “Abraza a tu amor sin dejar tu fusil”.
1968, en Argentina la dictadura instalada por el golpe militar de Juan Carlos Onganía, amordaza la posibilidad de participación de los partidos políticos, el poder se concentra para consolidar el predominio del capital monopólico, la política interior y educativa es sometida a un duro control ideológico. La CGT de los Argentinos incorpora sectores de la cultura a sus filas y se forjan nuevos vínculos entre la comunidad intelectual y artística y la clase trabajadora, el Cine de Liberación genera films como “La hora de los hornos” de Pino Solanas y un grupo de periodistas, dirigidos por Rodolfo Walsh, opina desde el “Semanario CGT”.
1968, Tucumán Arde.
“Tucumán Arde”, un canal de contra-información, una alternativa a la desinformación propagada por los medios de prensa oficiales, una exhibición de documentación sobre la situación en Tucumán, un grupo de artistas que toma conciencia de la situación política y social en la provincia, ocasionada por el cierre de los ingenios azucareros, y organiza una operación para contrarrestar y denunciar el llamado “Operativo Tucumán, perpetrado por el gobierno de facto. Una muestra que sería anticipatoria del arte conceptual y que produjo una de las rupturas más importantes en el ámbito de la plástica argentina.
“Había que producir muchos hechos, saturar, no ceder a los temores, a que demasiado ruido iba a oscurecer el mensaje, sino que había que multiplicar los medios, las informaciones, e incluso intrigar con incógnitas…” (Entrevista a Maria Teresa Gramuglio, una de las artistas participantes de Tucumán Arde, en el libro Del Di Tella a Tucumán Arde, de Ana Longoni y Mariano Mestman).
La muestra se inauguró el 3 de noviembre de 1968 bajo el doble título “Primera bienal de arte de vanguardia” y “Tucumán Arde” en la CGT de los Argentinos regional Rosario. Se exhibieron fotografías, diapositivas, entrevistas, afiches y filmaciones. Por los parlantes se reproducían testimonios de los trabajadores, cada 30 segundos se apagaban las luces, en un efecto que encerraba el mensaje de que en ese momento alguien moría de hambre en Tucumán. A la entrada, sobre el piso, estaban los nombres de los dueños de los ingenios… En realidad no fue sólo una muestra, fue una verdadera explosión que se repetiría en la sede de la CGT de Buenos Aires, pero sería clausurada poco después de la inauguración. Era para los artistas y para la sociedad entera, un tiempo intenso, comprometido, un tiempo de acción, en el que la revolución estaba a la vuelta de la esquina, inminente y convocante. Tal vez por eso, muchos de los protagonistas de Tucumán Arde, abandonaron transitoriamente o para siempre la producción artística.
Imágenes de Tucumán Arde
Desde entonces, las referencias a Tucumán Arde han sido frecuentes y variadas: en su homenaje dos de los grupos de contrainformación que emergen luego de la revuelta popular de fines de 2001 se llamaron “Argentina arde” y “Arde!Arte”. En los últimos meses, apareció sobre algunos afiches publicitarios o paredes de Buenos Aires un stencil, que realizado anónimamente, afirmaba: “Tucumán sigue ardiendo”. La acción había sido realizada por Leandro Iniesta, un joven artista, que replicó en rojo y negro la tipografía de la oblea autoadhesiva diseñada por Juan Pablo Renzi en 1968. Un texto sin firma, acompañaba la pintada con datos estadísticos recientes sobre la situación socioeconómica tucumana. Convocado a estampar su frase dentro de una muestra de stencils en el Centro Cultural Recoleta (un espacio institucional legitimador de artistas y tendencias), Iniesta se negó argumentando que entrar en ese espacio iría contra la potencialidad del medio utilizado. Quizás porque cree que el arte, debe arder en la calle.
Stencils de Leandro Iniesta
En los últimos tiempos se ha vuelto evidente una serie de iniciativas de los artistas para articular sus acciones con la praxis social, e intervenir en los nuevos movimientos sociales. Para ver qué persiste de Tucumán Arde en las actuales prácticas artísticas cabría preguntarse: ¿dónde está el arte que arde?
LA AUSENCIA QUE ARDE
En los setentas, las acciones artísticas fueron el medio ideal para las expresiones de marcado carácter político, debido a su capacidad para no dejar rastros, en un momento en el que las manifestaciones críticas quedaron amordazadas por efecto de la censura, la persecución y el exilio de artistas. Cuando las artes visuales comenzaron a alejarse del silencio propio de los primeros años de dictadura militar y se avecinaba ya el retorno al sistema democrático, el arte de acción cobró un nuevo impulso desarrollándose en una multiplicidad de espacios alternativos fraguados al calor de la recomposición política, pero también en la vía pública. La más emblemática de estas producciones visuales fue la realización de miles de siluetas humanas a escala natural, estampadas sobre papeles que luego se pegaban de pie sobre paredes, árboles y columnas: “el Siluetazo”.
“El Siluetazo” se inició durante la noche del 21 de septiembre de 1983, en ocasión de la III Marcha de la Resistencia convocada por las Madres de Plaza de Mayo, a partir de la iniciativa de tres artistas visuales (Rodolfo Ageurreberry, Guillermo Kexel y Julio Flores) y con el aporte de distintas organizaciones de derechos humanos y militantes políticos. La modalidad de producción era simple e impactante: cientos de personas prestaban sus cuerpos para que los realizadores tomaran su contorno, que pasaba a representar a uno de los desaparecidos. A la mañana siguiente, una multitud de siluetas interpeló a la sociedad desde las paredes de Buenos Aires y el procedimiento se convertiría, de ahí en más, en un contundente recurso visual para señalar la presencia de los ausentes.
ARDEN LOS GRUPOS, ARDE LA CALLE
En tiempos en que se producía el Siluetazo, también actuaba en Buenos Aires un grupo llamado Capataco (Colectivo de arte participativo tarifa común), que llevó a cabo una serie de acciones callejeras vinculadas con las movilizaciones populares, por fuera del circuito artístico. Este colectivo fue el primero en establecer una relación entre sus acciones y Tucumán Arde, rastreando a sus protagonistas y reconociéndose heredero de aquellos artistas. En Rosario, se realizó en 1984 unas jornadas de rescate de obras, documentos y testimonios del Grupo Arte de Vanguardia de Rosario, disuelto luego de Tucumán Arde. En ambos casos, se trataba de artistas de las nuevas generaciones restaurando la memoria quebrada ferozmente por la dictadura. Una reivindicación para aquellos que aspiraron a articular arte y política.
Murga de la muerte, Grupo Capataco, 1986
Una de las herencias más persistentes de la dictadura militar había sido la desactivación de la esfera pública y si bien la recuperación democrática pareció revertir ese proceso, la política neo-liberal que vendría de la mano del gobierno de Menem necesitó, igualmente, desactivar los espacios públicos a fin de rehuir el descontento popular. Muchos artistas, sin embargo, fueron concientes de las posibilidades que éstos ofrecían a la hora de reflexionar sobre la realidad política, social y cultural. A lo largo de los años 90, entre el desguace del Estado y la vacua ostentación menemista, surgen algunos grupos de artistas que promovieron acciones en la calle y también en espacios artísticos. En Trámite (Rosario), Costuras Urbanas (Córdoba), Escombros (La Plata), Grupo Fosa, la Mutual Art-gentina y Zucoa No Es (Buenos Aires) y dos, que subsisten hasta hoy: el GAC (Grupo de Arte Callejero) y Etcétera.
Grupo En trámite
El grupo En trámite realizó la intervención urbana Descongesta, el 24 de marzo de 2000, fecha del aniversario del golpe militar de 1976. La acción se realizó en una esquina de la ciudad de Rosario, frente al un ex-centro de detención y tortura de la última dictadura, convertido hoy en un lujoso bar. El grupo trabajó el espacio público como lugar de fisura, intentando recuperarlo y convertirlo en parte de la obra. Como en muchos de sus trabajos, eligió el hielo como material, por su capacidad poética para hablar de lo fugaz, lo inatrapable y lo mutable.
Grupo Costuras urbanas
El grupo Costuras urbanas realizó durante la década de los 90 varias señalizaciones en la ciudad de Córdoba, mediante la sencilla acción de exhibir las modificaciones del espacio público surgidas como consecuencia de la política liberal. Designando literalmente las privatizaciones del patrimonio colectivo, sus integrantes plantearon la reflexión sobre los conceptos “público “y “privado” enraizados en el discurso económico-jurídico del derecho a la propiedad y remarcaron con gestos metafóricos, la desaparición creciente y subrepticia del espacio público y el progresivo aumento de la corporativización y la expropiación del espacio común.
Grupo Fosa
Al ras, titularon los miembros del grupo Fosa, a la intervención que realizaron a mediados de los noventa: elegían un lugar de tránsito donde colocaban bolsas de dormir y luego yacían en ellas durante varias horas. La acción era muy simple y, aunque planificada, no presentaba marcas que indicaran que se trataba de una propuesta artística, sino que dejaba librada al público ocasional la interpretación del acontecimiento. Tras la sorpresa y cierta sensación de desajuste contextual, en tiempos en que la visión de gente durmiendo en las calles no es infrecuente, los ciudadanos la asociaban con un acto de protesta por la ausencia de trabajo o de una política de vivienda eficaz, incorporando la acción del grupo al ámbito de sus propias preocupaciones.
Performances, intervenciones e instalaciones del grupo Escombros
En 1989, el grupo Escombros promovió la ocupación de una cantera abandonada en las cercanías de la Ciudad de La Plata, convocando a artistas de todas las disciplinas a conformar un centro de libre expresión al que denominaron La Ciudad del Arte. El centro no poseía curadores ni revisores: su organización, colectiva y descentrada, buscaba precisamente evitar todo marco institucional o coercitivo que regulara las actividades de cada encuentro. Gran parte de los cientos de artistas que respondieron a la convocatoria eran completamente ajenos al circuito institucional del arte, como también lo era el público que asistió a las jornadas del evento y fue coautor de las propuestas. El emplazamiento al aire libre, la expresión de la realidad política del momento, la variedad en el uso de los canales de expresión, el eclecticismo, las técnicas mixtas y una constante búsqueda de nuevas formas caracterizan cada una de las obras de Escombros.
Señalizaciones del GAC
Tanto el GAC, Grupo de Arte Callejero como Etcétera han trabajado en relación estrecha con HIJOS, la agrupación que nuclea a los hijos de las personas desaparecidas durante la última dictadura militar. Ambos grupos colaboraron activamente en la realización de los “escarches”, una forma de impulsar la condena social de los represores (dejados en libertad por las leyes de Obediencia Debida y Punto Final y por el decreto de indulto otorgado por Menem), una modalidad cuyo fin es dar a conocer su identidad, su rostro, su dirección y sus antecedentes entre los vecinos con los que conviven y las personas con quienes trabajan.
El GAC ha trabajado preferentemente en la elaboración de todo un sistema de señalización inspirado en el código vial y utilizado en los escarches para indicar, por ejemplo, el sitio donde funcionaba un centro clandestino de detención o el lugar de partida de los llamados “vuelos de la muerte”. Las intervenciones del grupo Etcétera han sido de carácter más performático, con muñecos, máscaras y disfraces utilizados para representar escenas de tortura, de apropiación de bebés, de militares arrepentidos, o bien, para organizar un irónico partido de fúlbol de argentinos contra argentinos. Las acciones del GAC y de Etcétera trascendieron el campo artístico para contribuir a la construcción de una nueva forma de lucha contra la impunidad.
El GAC ha trabajado preferentemente en la elaboración de todo un sistema de señalización inspirado en el código vial y utilizado en los escarches para indicar, por ejemplo, el sitio donde funcionaba un centro clandestino de detención o el lugar de partida de los llamados “vuelos de la muerte”. Las intervenciones del grupo Etcétera han sido de carácter más performático, con muñecos, máscaras y disfraces utilizados para representar escenas de tortura, de apropiación de bebés, de militares arrepentidos, o bien, para organizar un irónico partido de fúlbol de argentinos contra argentinos. Las acciones del GAC y de Etcétera trascendieron el campo artístico para contribuir a la construcción de una nueva forma de lucha contra la impunidad.
AL ARDOR DEL 2001
Con la revuelta popular de diciembre del 2001 surgieron una gran cantidad de grupos de artistas visuales, videastas, escritores y pensadores alternativos, que ensayaron nuevas formas de arte de acción vinculadas a los acontecimientos y movimientos sociales, tales como asambleas populares, piqueteros y fábricas recuperadas. Estas acciones marcaron lo que sería y es una tendencia de los últimos tiempos: la creación colectiva. Algunos grupos están constituidos por artistas que forman parte del circuito institucional, pero otros sólo existen como colectivos de trabajo, con una organización abierta, miembros cambiantes y tomas de decisiones por métodos democráticos. En su intento por lograr una relación más cercana entre el espectador, la propuesta y su contexto socio-político, estos grupos se alejan de los ámbitos institucionalizados y pierden con ello una estructura semántica que oriente en la lectura de sus acciones, pero al mismo tiempo, generan una intensa situación de efervescencia, participación, redefinición de límites y márgenes, discusión teórica, nuevos espacios y protagonistas.
Los acontecimientos del 2001, en tanto emergentes de una crisis política e institucional insostenible, interpelaron a los artistas en su rol de actores sociales, políticos y culturales, y éstos respondieron con un amplio panorama de propuestas. El arte de acción multiplico sus iniciativas: el TPS (Taller Popular de Serigrafía), Argentina Arte ( del que se desprendería Arde!Arte), La Mutual Art-Gentina, Máquina de Fuego, Periferia, Gupo (n)*(La Plata), Urbomaquia (Córdoba), Ejército de Artistas, Por un Arte de la Resistencia, el Proyecto Resistencia de Hugo Vidal y Cristina Piffer, el proyecto Liquidación.org., del holandés Mathijs de Bruijne junto a los cartoneros y muchos más.
Los acontecimientos del 2001, en tanto emergentes de una crisis política e institucional insostenible, interpelaron a los artistas en su rol de actores sociales, políticos y culturales, y éstos respondieron con un amplio panorama de propuestas. El arte de acción multiplico sus iniciativas: el TPS (Taller Popular de Serigrafía), Argentina Arte ( del que se desprendería Arde!Arte), La Mutual Art-Gentina, Máquina de Fuego, Periferia, Gupo (n)*(La Plata), Urbomaquia (Córdoba), Ejército de Artistas, Por un Arte de la Resistencia, el Proyecto Resistencia de Hugo Vidal y Cristina Piffer, el proyecto Liquidación.org., del holandés Mathijs de Bruijne junto a los cartoneros y muchos más.
Imágenes serigrafiadas por el Grupo TPS
El grupo TPS (Taller Popular de Serigrafía) se formó en plena crisis, aliado a las asambleas populares y las protestas sociales. Desde entonces, participa en manifestaciones políticas mediante la creación de imágenes que encarnan el espíritu del reclamo popular, las que luego imprimen en la ropa de los manifestantes por procedimientos serigráficos.Argentina Arde, comprometido con las mismas problemáticas, fue un colectivo de contra-información, cuyo propósito era intervenir en el terreno de la cultura, entendiéndola como un campo de disputa de poderes y de lucha de clases. Del grupo se desprendería luego Arde!Arte, que continua su trabajo en la actualidad, contestando con discursos, prácticas y producciones a la cultura oficial, construyendo sus propios sentidos mediante video-informes, proyecciones itinerantes, exposiciones de fotografías documentales y un periódico propio.
A partir de 2003 la situación de conmoción social cambia para dar lugar a una nueva coyuntura en términos de gobernabilidad. Este nuevo escenario repercutió con fuerza sobre las prácticas artísticas, en primer lugar, porque se produjeron fragmentaciones y disgregaciones de los grupos a partir de la adhesión o no, a un gobierno con una marcada política en favor de los derechos humanos. Y por otro lado, porque la potencia de la revuelta argentina de 2001, atrajo la atención de intelectuales, artistas y curadores de todo el mundo, dándoles visibilidad en el circuito artístico internacional a aquellos grupos de acción que hasta el momento permanecían al margen. Grupos como elGAC, Etcétera y el TPS comenzaron a ser invitados a bienales y convocados a prestigiosas muestras colectivas, lo que generó tensiones internas y una necesidad de introspección y reconsideración de las prácticas, las ideas y las identidades que los definen.
Algunos grupos se disolvieron y fueron surgiendo otros nuevos como Mujeres públicas e Iconoclasistas. En los últimos tiempos, la continua acción callejera dejó lugar a intervenciones artísticas más pensadas y elaboradas, en tanto las distintas formas de protesta social han incorporado como indispensable el componente creativo.
Algunos grupos se disolvieron y fueron surgiendo otros nuevos como Mujeres públicas e Iconoclasistas. En los últimos tiempos, la continua acción callejera dejó lugar a intervenciones artísticas más pensadas y elaboradas, en tanto las distintas formas de protesta social han incorporado como indispensable el componente creativo.
Afiches callejeros del Colectivo Mujeres públicas
SIGUE ARDIENDO…
La cita, la apropiación y la reformulación de experiencias de cruce entre vanguardias artísticas y políticas como el surrealismo, la gráfica del mayo francés y sobre todo, la profusamente revisitada “Tucumán Arde”, son recursos evidentes en las producciones de los actuales grupos de arte de acción. Sus prácticas hoy adoptan desde formatos más convencionales, como las exposiciones colectivas en espacios institucionales, hasta propuestas experimentales y acciones urbanas, como los clásicos murales callejeros o las intervenciones gráficas urbanas en afiches, carteles y vestimentas. Son grupos que apuestan por el espacio público e interpelan a la sociedad desde la cotidianeidad de la calle, transformando a los espectadores en partícipes activos de las obras.
Muestra de la vigencia y la potencialidad de estas formas de activismo artístico en los años recientes, son las acciones realizadas en relación con la desaparición de Jorge Julio López. El albañil de la ciudad de La Plata fue secuestrado entre 1976 y 1979; treinta años después, su palabra fue clave en el juicio que envió a la cárcel a Etchecolatz, un jerarca del terrorismo de Estado. Luego de esa condena, López fue desaparecido por segunda vez en septiembre de 2006 y hasta hoy no se tienen noticias de su paradero. Para reclamar por su aparición se realizaron numerosas movilizaciones que incluyeron instalaciones, performances, cartelería, graffitis y ploteos, iniciativas coordinadas por distintos colectivos de artistas. Entre ellos el Colectivo Siempre, que en su primera acción como grupo preparó en serigrafía doscientas pequeñas pancartas-máscaras con el rostro de López y signos de pregunta. Este dispositivo sería apropiado para las próximas marchas y nuevas formas, un amplio repertorio de recursos creativos, irían apareciendo en lugares inesperados pero cotidianos: en los techos, en los mercados, en el transporte público, interpelando a un público mucho más amplio que el que transita el circuito del arte.
Colectivo Siempre, Marcha por la aparición de Jorge Julio López
Grupo Sienvolando ¿Dónde está Julio López?
“En mi opinión, existirían casos en los que estaría mal o sería inhumano tomar una actitud estética, colocar ciertas realidades a una distancia psíquica: por ejemplo, ver un tumulto en el que la policía está golpeando a los manifestantes como si fuera un ballet, o ver una bomba que explota como si fuera un crisantemo místico desde el avión que la ha lanzado. La cuestión es qué es lo que uno debería hacer. Por razones similares, creo que hay cosas que sería casi inmoral representar en el arte, precisamente porque éste las coloca a una distancia inadecuada desde una perspectiva moral. Tom Stoppard dijo una vez que si uno ve un acto injusto por la ventana, lo menos útil que puede hacer es escribir una novela sobre lo que está sucediendo. Yo iría más lejos, sugiriendo que hay algo malo en escribir una novela sobre esa clase de injusticias en las que uno tiene obligación de intervenir…” (Reflexión de Arthur Danto, crítico de arte y profesor de filosofía)
Las prácticas ubicadas en el cruce entre el plano artístico y el político, en el borde de los espacios cotidianos y los estéticos plantean la repregunta constante acerca de los límites del arte, sus intenciones de expandir fronteras o aún, de abandonar su territorio en pos de una función social. Este tema fue un importante núcleo de debate en la década del 60 (particularmente en torno a la experiencia de Tucumán Arde) y lo es también en la actualidad. En ese entonces, aquellos artistas generaron una fuerte ruptura con los restringidos modos de circulación del arte, para salir a la calle y buscar ámbitos alternativos; ahora, en cambio, los artistas son interpelados por las instituciones artísticas para que muestren sus prácticas callejeras. Antes de 2001, la mayor parte de los integrantes de los nuevos grupos no eran demasiado visibles ni reconocidos y pasaron, sin mediar escalas, del activismo público a la aceptación del ámbito artístico y académico internacional. La vanguardia del 68 consideraba que sólo al margen de las instituciones era posible mantener su carácter revolucionario; hoy la distinción entre el adentro y el afuera de las instituciones es más difusa y sus límites están en reformulación.
Una de las cuestiones a debatir en los 60 era el concepto de eficacia, mediante el cual se buscaba definir la relación de la obra artística con el contexto socio-político. Lejos de esa coyuntura, el debate aún continúa vigente: las posibilidades de una acción eficaz del arte sobre su entorno, chocan con la idea consolidada de un arte autónomo; la noción de un arte que se reclama útil, se topa con el riesgo de un arte meramente ilustrativo de los procesos políticos. Las prácticas artísticas actuales, situándose al margen de las formas tradicionales, trascendiendo los soportes y los espacios clásicos, incorporando otras problemáticas a la dimensión poética, promueven la reflexión sobre la influencia efectiva del arte en la sociedad, ponen en cuestión la artisticidad de las producciones y la condición de artista de sus realizadores, problematizan la relación que sostienen con los circuitos artísticos institucionales y, como Tucumán Arde, hacen repensar la política y el arte.
Viviana Debicki
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